domingo, 29 de marzo de 2009

Dulce perdición



Compré un tarro de mermelada rellena de naranja amarga. Ni siquiera me gustaba, no tenía ni un ápice de apetito; pero, a pesar de todo, la compré.
Quería escabullirme de lo dulce, de aquella masa pegajosa de praliné con trocitos de almendra bañado en “chocolat” negro, de aquella manteca de cacao que sobrepasaba el límite hipocalórico que podía ingerir en lo que llevaba de día.
He invertido demasiado tiempo en amarme a mí misma, y tengo que ergonomizarme en facturas amorosas plausibles para el corazón; necesito adaptarme a toda esta contaminación que taladra el intento de respirar, a bocanadas diminutas y contando el flujo de componentes de la nomenclatura química, para que no me dé un ataque por no saber en qué terreno me meto.
Una vez he deglutido unas quince cucharadas, ya no hay amargor ni acritud, tan sólo queda la añoranza a los bombones de caja roja, concretamente al blanco, el que más engorda y el que no se trata estrictamente de chocolate. Pero es tan dulce, que en todos los sentidos me recuerda a ti.

domingo, 15 de marzo de 2009

Domingo insípido


Yo me perdería entre los dejes de alcoholemia, me enzarzaría entre las motas de polvo del infinito firmamento, me bebería todo el mar Egeo para saciar mi dichosa sed de supremacía; pero quizás acabara con los poros de la piel hundiéndose como diminutas musarañas, escrutando entre mis órganos y hundiéndose en mis entrañas.
Yo me lijaría entre pedruscos de montaña, entre vertientes salinos de aguas de playa, me perdería como navío a la deriva entre sodio amargado y arena fragmentada; pero quizás terminaría con los pulmones encharcados de tanta pena en solitario, con las fosas nasales desquiciadas por tanto viento huracanado de indignación conmigo misma.
Yo me comería cada gota de dignidad, me llenaría de ostentación y brindaría por la magnífica libertad, hasta que mis párpados como losas se desplomaran, y cayera cuan larga soy en el colchón, extenuada.
Yo enriquecería la ensalada de mi vida, la aliñaría con aceite de oliva virgen extra, le añadiría unas cuantas cucharadas de chispas y agua mineralizada; pero seguramente pasaría lo de siempre, que retomara el círculo anual de la decadencia, para no dejar de sorberme los sesos con los mismos temas.

martes, 10 de marzo de 2009

Juliet


Creo que volví a dormirme pensando en sus pasos, en mi cabeza apoyada sobre el pupitre, cuando decidí comenzar a relatar todo esto. La verdad es que necesitaba escribirlo –qué extraño es escribir en pretérito siendo ahora presente, el momento exacto donde relato-, exigía esfuerzo, algo de control sobre mí misma, un poco de autodominio para no manchar el papel y formar un aguacero de palabras. Quería hacer una historia donde poder salvaguardar mi vida, donde poder palpar cada hoja, respirar el olor a tinta de bolígrafo y, en caso extremo, romper cada renglón a retales, para asegurarme de que el recuerdo no permanecía por el mundo.
Me parece que quiero decir tantas cosas, que me remonto al hecho de no poder calcarlas, y eso forma otra página más, con unos verbos sobrantes, ir juntando pedacitos de un lado y de otro, haciéndolo más ameno e intentando verlo desde una perspectiva distinta a la propia vivida, y ya lo hago más mío que tuyo.
Ahora sucede, sucede que no es más que una yuxtapuesta solitaria, sin unión ni nexo alguno. Todo esto se basa en un intento de mantener intacto tu llano recuerdo, que más que escueto es algo liviano y sin adornos, pero yo lo pongo todo en exceso, porque soy una ninfómana desesperada por tu vida, por cada retazo de ella, cada fragmento de fecha ya caducada.
Es lo que tiene ser una Julieta del siglo XXI.

domingo, 1 de marzo de 2009

Nadie dijo que fuera fácil


Ahora es un leve desprendimiento de nombres de la cabeza, un tirón de recuerdos para sonsacar toda información contenida, la emboscada contra la euforia pasada, el retiro de los sentimientos vigentes que acabaron por perderse en guerra corporal (mundial). Y las cuerdas de la inmutación me controlan por puro placer de alevosía, contra la propia querella entre ayer y hoy.
Lo que en un principio resultó pura satisfacción, ahora no es más que lío de cuerdas sobre qué tiempo de verbo escoger. Tú eres el pretérito, y él fue el condicional de modo subjuntivo. No es un corazón amputado y mutilado, sino tierno, y supongo que a la vez bastante deshidratado. No tenía pensado ponerme un gotero de compasión y pena, a la larga habría una carencia donde la pieza no entraría ni con grasa vegetal. Y a la vez está esa lógica, que tienta a una pérdida de cordura, y esa alienación imposible, tan inalcanzable que ni siquiera puedo ver más allá del intento de esconder el significado detrás del amasijo de frases, y es que alguna se cuela, y son ésas las que más duelen, las que se clavan como espinas de rosal, las que dejan huella, y jamás se van.