jueves, 30 de abril de 2009

Duracell salinas















Tengo ganas de domesticar el temor a romper el techo de planificaciones cotidianas, de pensar que ya no te quiero, que todo esto es una farsa.
Dejar de ser el aguacero de aguas cambiantes, trepar por la escalera del auto-convencimiento –con los escalones de dos en dos- y no ser una uña carnada que produce dolor a la cutícula más sensible. Decirme a mí misma que soy jodidamente feliz, que el adjetivo sí existe (por mucho que la gente se empeñe en rechazarlo) y que ahora no pierdo el tiempo intentando autorretratarme en unas pocas líneas. Que es la arena de la adolescencia la que me empaña las pupilas, algo pasajero y momentáneo, como la batería de las pilas.

viernes, 24 de abril de 2009

Caleidosférico



















No hace mucho, los signos que pululaban por mi anillo vital no eran más que papeles en botellas de cristal, aquel tipo de palabras que no te hacen pensar. Pero ahora, aunque sea el nombre de una ciudad, una fotografía lomográfica, una canción con un balance de blancos amarilleado o una jaqueca del raciocinio que me vuelve loca, pierdo los papeles que estuvieron agarrados con chinchetas, y cabe la posibilidad de que me hunda en un mar de aceite caducado.
Mis ojos están en modo saturación, en un formato que no admite sobresaltos ni un latido de corazón de hojalata a bocajarro. Además, ya no hay olor a tulipanes recién cortados, ni a azahar(a).
Porque cuando te quitan todo y te quedas con el polvo del álbum de los recuerdos, no te queda más remedio que intoxicarte con él y espolvoreártelo como el azúcar glas.

miércoles, 15 de abril de 2009

Di que soy un pájaro


Llovía a cántaros, se formaban aguaceros a cal y canto –con un principio definido y un final alternativo-, sobre la cuerda floja que delimitaba la entelequia de la cordura propia del día a día. Y unas gotitas colgaban del filamento, con la cabeza más gruesa de tanto vacilar, y con los pies en (Tembleque), por no saber si soñar o volver a la cruda realidad.
Una quería ser astronauta de cualquier metrópoli del mundo, otra deseaba dejarse caer con fuerza para desprenderse de la propia esencia y evaporarse de tanta sed de sentimientos; la última quería ser corriente de agua, afiliarse con alguna organización como pudiera ser la de Kallipolis –natación sincronizada, que no ciudad ideal-. Tanto egoísmo había por parte de cada una por conseguir su meta y fin pautado, que se quedaron allí sin poder moverse, con una planificación inservible y la resignación a ser una simple porción de líquido preciado.

miércoles, 8 de abril de 2009

Cerezos de abril


Giré la vista en una dirección perpendicular al cerezo (de Abajo), y entonces perdí la orientación sin quererlo ni buscarlo.
Fui huyendo paulatinamente, entre piedras y guijarros mojados, con una fina película musgosa. Ninguneando a cualquier viandante que intentara cruzarse con mi mirada, especialmente con la tuya. Intenté alcanzar con la punta de mi pelo un trocito de cielo sideral, pero me era demasiado lejano, y me tuve que conformar con la ilusión fotografiada de que lo conseguía. Soñé en nubes inconsistentes de tiza, retozándome con sus vertientes para desdibujar tu nombre incompleto en cada recodo no invadido por éstas; la aprensión por releerlo una vez más era suficiente para atenazarme y no acabar la última letra.
Las piernas flojeaban por tener que soportarme sobre aquel tronco añoso y desproporcionado, así que seguí balanceándome un rato más, mientras tu recuerdo discurría por la superficie de mi clavícula, y yo intentaba (infructuosamente) desprenderme de él a toda costa, lanzando indirectas a la hierba bañada en rocío primaveral.