Siempre es verano cuando se trata de un alquiler en la habitación 126 de tu corazón, justo en la aurícula izquierda, para levantarme en el mismo lado que aquel pie que carece de suerte alguna. Así, si algún día los párpados se te adosan como sanguijuelas a los ojos, yo lograré impulsarte con fuerza.
Palpitaré como si de un aleteo de colibrí se tratase, por si alguna vez tu corazón comienza a fibrilar. Lo haré de sopetón, para llenarte las venas hasta su tope de capacidad, y encenderte por pura fricción de caricias intermitentes.
También suele ser viernes. Siempre es viernes, por supuesto. Y tenemos todo el fin de semana para matarnos a pulsaciones constantes; porque, no sé si lo sabías, pero un corazón jamás deja de latir. Por mucho que la gente se esmere en congelarlo, en mantenerlo en el refrigerador; porque dicen que si no, se les estropea en contacto con el aire. En cambio, a mí me pierde el respirarte hasta astillarme las costillas.
Palpitaré como si de un aleteo de colibrí se tratase, por si alguna vez tu corazón comienza a fibrilar. Lo haré de sopetón, para llenarte las venas hasta su tope de capacidad, y encenderte por pura fricción de caricias intermitentes.
También suele ser viernes. Siempre es viernes, por supuesto. Y tenemos todo el fin de semana para matarnos a pulsaciones constantes; porque, no sé si lo sabías, pero un corazón jamás deja de latir. Por mucho que la gente se esmere en congelarlo, en mantenerlo en el refrigerador; porque dicen que si no, se les estropea en contacto con el aire. En cambio, a mí me pierde el respirarte hasta astillarme las costillas.