domingo, 26 de septiembre de 2010

I will follow you into the dark


Creíamos encontrar la calma en el horizonte. Aquella sensación perenne de estar frente a la inmensidad condensada en un efecto óptico. El viento del mediterráneo haciendo estragos en nuestra capacidad de racionalizar todo aquello que nos rodeaba. “Love of mine, some day you will die. But I will follow you into the dark”. Tenía borrascas en las pupilas, pero terminaba secándomelas cuando me prometías que no me embarcaría sola hacia los páramos de la muerte. Sin horizontes. En la muerte no había sitio para ellos, y eso lo sabíamos los dos. Sería casi tan inverosímil como exhumarse a uno mismo. Casi tanto o más.


miércoles, 15 de septiembre de 2010

Somos marineros de agua dulce en pleno océano Atlántico










Porque la vida era un inmenso acantilado sin bordes delimitados. Y a veces caías tú solo, otras veces caías junto a mí, pero siempre era un sempiterno descenso sin cuerdas. Querernos siempre en momentos alternativos. Cuando estabas enfermo y cuando te marchabas a Canadá, a mí me mordía la pena, y si no era la pena eran las arañas que tejían sin cesar. Escribir del revés todo por desordenar la rutina de la expresión. Besarte la nariz cuando estamos en pleno invierno. Porque observarse con gafas de miope era mejor, siempre y cuando no tenía ganas de percatarme de ti. Las cámaras siempre en enfoque manual, porque desenfocar el panorama te hacía sentirte más fuerte. ¡Ya no hay puntos claros que enfocar! Y así iba todo, como un inmenso acantilado sin fin por el que todo el mundo baja pero nadie tiende a subir.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Come back home, honey

http://www.youtube.com/watch?v=SmZ5HEaVMjA&feature=player_embedded

Se va. Así es, vuelve a casa. Y ya no le importa que sus piernas no huelan a limpio, ni que sus clavículas se hayan deformado de tanto tumbarte sobre ella. Sabe que en el camino de vuelta no hay más que guijarros recubiertos de alquitrán y que se resbalará más de una vez, pero no le importa. Es consciente de que no gritarás su nombre para desgajar el silencio de la noche pidiéndole que vuelva. No hace falta. A ella ya la has desgarrado tanto por dentro como por fuera.
No la toques. Ya no es tuya. Ahora ya sabe que está lejos. Está tan lejos que ni siquiera puede oírse a sí misma. Los susurros le parecen borrones de granito y el aire ya no huele a olivo.
Ha perdido el miedo de evaporarse delante de los demás. Quiere ser vapor de agua y elevarse por encima del mundo. Por encima de ti, por encima de tu capacidad de olvidar.
Tiene las yemas intactas aun habiendo recorrido tantos surcos ásperos. No necesita las tuyas. Se acaricia sola o se estruja contra el cojín. Aprieta con fuerza los dedos de los pies cada vez que lo hace. Sabe que nadie la escucha, y eso es lo mejor de todo. Le da fuerzas para continuar haciéndolo. Para continuar arañándose cuando el ruido duerme.
¿Volverás a por ella algún día? No, déjala caer. Está ahí, con los brazos abiertos esperando que la abraces, pero no quiere tocarte. Sabe que si la tocas se fragmentará, y entonces nada ni nadie podrá recomponerla.
Ya no le lloran los ojos, sino las ganas. Las ganas de vivir se le condensan. Como el agua. Lúcidas y escurridizas. Creo que dijiste que se moría, y no es verdad. Se suicida poco a poco. Te arranca a pequeñas exhalaciones y eso la mata. Todavía recuerda tu forma de decir “adiós”. Se lo repite cada noche antes de dormir, antes de volver a casa, tras una larga guerra que nadie recordará. Ni siquiera ella.


No suelo acompañar textos con canciones, pero creo que la ocasión lo merecía.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Tengo vida sueño





Volábamos con las palabras. Jugábamos a conjugar verbos con pronombres inadecuados a fin de hacerlos nuestros y sentir que tocábamos la libertad de expresión. Utilizábamos plumas de ave como separadores de páginas y pasábamos tardes y tardes leyendo historias hasta altas horas de la noche. Tú lo hacías con tus gafas de aviador, mientras que yo siempre elevaba el libro entre mis manos a una distancia que tú considerabas exagerada.

Así fue como, a pesar de estar recluidos en un pequeño apartamento de alquiler, nos dejábamos llevar por la corriente polar de los sueños literarios, aquéllos que vuelan tan alto que te depositan muy lejos de la realidad.

Preguntas: http://www.formspring.me/dafneisern