domingo, 18 de noviembre de 2012

In diesem Moment waren wir grenzenlos



Por las noches todo es azul melancolía. Porque no hay  momento del día donde me sienta más sola que de noche, cuando el silencio se apoderaba del ambiente y los pensamientos se abalanzan sobre mí como una lluvia de abril que arrastra todo el polvo de las calles. Y afuera los grillos cantan con violines oxidados, el viento mece las hojas perennes y las fuentes lloran sangre. Porque cuando dijiste que te marchabas a capitales de rascacielos grises, nadie te cogió de la manga de la chaqueta para retenerte, nadie se dignó a plantar un tímido beso en la mejilla de los que duran semanas sobre la piel. Habría combatido aquella tormenta eléctrica, gritado como una demente para detener el tren y me habría reído delante de los destinos predefinidos.
“Te saludaré como una madre que despide a su hijo recién levantado y con legañas en los ojos”, comentaste jocosamente. Y yo, confiada de tus palabras, arrastré como pude la pesada maleta, el único burdo recuerdo material que conmigo se venía. Cuando subí al tren, me precipité hasta el primer asiento que encontré, esperando poder divisar algo por las rendijas de los empañados cristales del vagón. Entrecerré los ojos por si la vista me fallaba, pero nada de eso. Tú ya te habías marchado, y no había más que un revisor de tren que deambulaba de un lado a otro del andén.
El gigante de metal se puso en marcha y cogió velocidad, hasta que la estación no fue más que una pequeña mota difusa en el horizonte debido a mi miope visión. Y me pregunté si ya habías subido al coche, si habías arrancado el motor y habías regresado por la misma carretera por la que habíamos venido. En el vagón reinaba un silencio sepulcral, hasta el punto de que me daba miedo respirar demasiado fuerte. Porque tal vez si aguantaba dentro de mí todo ese aire, si no dejaba escapar el dióxido de carbono y no continuaba oxidándome por dentro, el instante quedaría suspendido y el sol nunca volvería a rozar el horizonte. 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso, como siempre :) Me encanta, tan tierno y a la vez tan triste.

¡Un besazo! ^^

Nahuel dijo...

encantador, te diría que esperar tanto un escrito tuyo tiene su recompensa, pero traicionaría mi deseo de leerte todos los días.

Saludos, Nahuel.

Anónimo dijo...

que angustia las despedidas verdad??

tal vez en la próxima recuerde tus letras y no se me hagan tan oxidadas

Besos abisales