lunes, 18 de marzo de 2013

Fernweh




Así que pensaba que, si se iba a dormir, la pena mermaría y el sol de mañana sanaría las heridas de las noches de llanto. Porque solo era piel pegada sobre huesos, piel que rezumaba sudor y horas de insomnio. Pero los párpados eran tan pesados que no llegaban a abrazarse entre ellos, sino que había un duelo de pestañas sin claro ganador. Quería que la encontrasen, pero ni ella misma sabía dónde estaba, así que puso en marcha el motor para hallarse en algún sitio. Y los postes de luz ahora eran gigantes de hierro que pasaban tras el cristal frío. La radio cambiaba de emisora sin que ella se lo pidiese, pero apenas le quedaban fuerzas para agarrar el volante con las dos manos. Había miedo en su coraje, porque sabía que nunca llegaría a cruzar aquella frontera sin delimitar.