martes, 29 de octubre de 2013

Twined and twisted






Habitaba piel manchada. Enclaustramiento de biblioteca y años inservibles. Temí que no lograse soplar las velas como es debido, porque era una de esas chicas a quienes no les queda aire en los pulmones.
Sus henchidos carrillos parecían a punto de explotar, como un pequeño globo con demasiado aire en su interior. Sus labios apenas eran una línea torcida, “un renglón mal trazado”, tal y como solía decir su propia abuela. Los apretaba con tanta fuerza que solían desaparecer. Los chicos que la habían besado afirmaban que su saliva sabía amarga como las pepitas de manzana. Quizás se debiese al hecho de que no era de palabras dulces.
Le gustaba subir cuestas,  pero odiaba bajarlas. A veces caminaba sin descanso hasta la cima más alta. Era de piernas enclenques, pero resistencia de acero. Durante el ascenso sorteaba las rocas con la gracilidad de una cabra montesa, pero cuando tenía que volver sobre sus pasos, se tropezaba con frecuencia.

En su última excursión los árboles ya comenzaban a desnudarse y las copas se teñían paulatinamente del color del azafrán. Y bajo alguno de aquellos árboles había hierba mojada, briznas regadas por el llanto, barro húmedo que se negaba a endurecer.