Comprendió
que él, o acaso el recuerdo que de él conservaba, ya no era más que un punto
casi insignificante, empequeñecido por el espacio que entre sus cuerpos se
había erigido; un punto que podía o no existir, porque, a fin de cuentas, poco
importaba ya. Y aquel muro de cemento, aun habiendo supuestamente sucumbido a
la presión ejercida desde uno de los lados, desde aquel otro mundo paralelo e
irreal, se mantenía allí, más opaco que nunca, inamovible e inquebrantable.
Pero ella, como observadora terca a la que le cuesta cerrar los ojos para
siquiera parpadear, como una niña todavía curiosa que prefiere ver el dolor a
tener que imaginárselo con su mente (acotada, seca, erial donde pocos sueños
podían crecer), contempla desde la torre aquel telón de acero y piensa que todo
está tan inerte, tan gris y vacío, que es imposible que algo emita algún tipo
de sonido al colisionar. En cierto modo se alegra de ver esa línea que
delimita, que separa, que traza, que diferencia. Qué es aquí y qué allá. Porque
hay una lamentable tendencia a olvidarse de que, para ser realmente libres, a
veces es necesario delinear fronteras, gigantes monocromáticos que nos impiden
caer al abismo que acecha al otro lado.
viernes, 7 de noviembre de 2014
viernes, 27 de junio de 2014
.
La ciudad, macilenta e infectada,
no era más que un reflejo de aquella pesadilla que se materializaba
constantemente, que se negaba a desvanecerse. Y había un llanto mudo, perpetrado
por unos ojos que no se atrevían a humedecerse, por unos labios que,
indiferentes al dolor ajeno, cometían la insensatez de entreabrirse en momentos
en los que el silencio quería llevar la voz cantante. Ella sabía que no y, no
obstante, allí estaba la convicción de que quizás sí. Ese ínfimo margen de duda
se expandía hasta abarcarlo todo, influyendo de manera irreversible todas y
cada una de las decisiones que tomaba. Así, la posibilidad acabó asesinando lo
que una convicción amarga podría haber salvado.
jueves, 29 de mayo de 2014
.
Ni lágrimas ni aire, el aire había faltado de golpe, desde el fondo del cráneo una
ola le había tapado los ojos, ya no tenía cuerpo, lo último había sido el dolor una y otra
vez y entonces en mitad del alarido el aire había faltado de golpe, expirado sin volver a
entrar, sustituido por el velo rojo como párpados de sangre, un silencio pegajoso, algo
que duraba sin ser, algo que era de otro modo donde todo seguía estando pero de otro
modo, más acá de los sentidos y del recuerdo.
Pero
ahora la oscuridad se cernía como las hojas caducas se abalanzan sobre el
asfalto. Y no recuerdo cuántos terrones de azúcar acabaron en tu café, del
mismo modo que se ha borrado el número de veces que te quedaste absorta en tus
pensamientos sin rumbo, sin timón y sin viento favorable. Porque yo te
contemplaba en primer plano, me empapaba de tu cromatismo al desnudo, de la
naturalidad que cada poro de tu piel destapada supuraba. Yo te admiraba
embobado como un ingenuo que disfruta del arte desde la ignorancia; sin
conceptos claros que abrigar bajo el puente del paladar, pero con la
incuestionable certeza de que nada me pareciera más absurdo que no desearte.
Entonces tú me miraste, al fin, de frente. Torciste el gesto y me confesaste
que hacía tiempo que ya no sentías el frío en los huesos, que la vida (tu
propia vida) ya no era algo sobre lo que podías conversar sin sentir el peso
insoportable de la indiferencia. Y por un instante enrojecí, porque mis
palabras, como las del visitante de museo desinformado, acometían contra el
muro de la incertidumbre con la que toda falta de pericia termina por toparse.
El silencio te golpeó de costado. Recurrí a darle un trago a mi café, por ver
si la respuesta se encontraba en el fondo de la taza, junto al azúcar sobrante.
—Salgamos,
he de regresar —repusiste.
Fue
entonces, al abofetearme el aire de la ciudad despierta, cuando creí haber
encontrado algo que pudiera tomarse la licencia de asesinar el vacío que entre
nosotros se había abierto. Pero ahora la oscuridad se cernía como un manto de
tela opaco. Y nosotros deambulábamos a tientas como desconocidos que solo
comparten la acera que pisan. A tientas por la ciudad sin carteles, sin calles
y sin salida.
viernes, 23 de mayo de 2014
.
Y
en verdad creo que eran las horas lo que me amargaban. Las horas tras el
despertar y no otras, aquellas que todavía se debatían entre lo que comienza a
ser y lo que todavía permanece en el sueño, pensamientos esclavos de la
inconsciencia. Era en tu pecho, sobre tu esternón de piedra, donde fui mártir
de tu ausencia.
Dis moi si tu aimes biens bien nos paresses et nos matins d'amoureux.
jueves, 1 de mayo de 2014
(Never) Let me go
Estoy
sufriendo un preludio, algo que ni siquiera ha ocurrido todavía y que, sin
embargo, es tan real como el ahora que aquí nos sostiene. Una anticipación al
dolor, algo que no ha llegado a materializarse pero que quema la carne. Alguien
dijo alguna vez que es mejor morir en la cumbre a bajar por la ladera dando
tumbos. Ahora estoy sobre el peñasco y quiero llorar por aquellas lágrimas que
no tienen razón alguna para ser derramadas. Lágrimas injustificadas que
anuncian que la euforia se amarga siempre al mirar hacia delante. Y tú te vas,
te vas y vuelves. Estás aquí, a mi lado y, aun así, ya te has ido.
miércoles, 9 de abril de 2014
Durch Berlin fließt immer noch die Spree
Between the death of the one and the birth of the other, much water will flow by, a long night of chaos and desolation will pass.
En su terca obsesión por protegerse,
le imaginaba imperfecto y anónimo, como una partitura incompleta o un lienzo
sin firma. Si hay que amarle, que sea alguien sin rostro, alguien cuyas
facciones se desdibujen con el paso del tiempo.
Ideaba justificaciones una detrás de otra. Se convencía a sí misma de
que su constante deseo se alimentaba de cada uno de aquellos triviales gestos;
de las cosas diarias y absurdas que él perpetraba cada día. Aquello no
significaba, sin embargo, que buscase una lógica sana, un motivo racional por
el que perder el apetito. Al menor titubeo, allí crecía la incertidumbre como
la ortiga en el campo, desencadenando un mar de interrogaciones que terminaba
sumiéndola en la desesperación. Y así continuaba cada día, agazapada en la
trinchera de un amor que nunca llegó a consumarse, tierra de nadie, yerma y sucia.
martes, 25 de marzo de 2014
Decay
Y ya no deseaba sino quedarse crucificada a la tierra, sufriendo y gozando en su carne el ir y venir de lejanas, muy lejanas mareas;
Y
es precisamente allí, en la orilla húmeda, con los pies hundidos en el fango,
la piel aterida de frío y los sentidos amordazados por el cambio de estación,
donde escucha croar el envejecimiento de su propio cuerpo. Ya no son sus manos
las que ayer sostuvieron las de aquel que le robaba el sueño. Se le agrietan las cutículas, se le doblegan
las falanges como alambres maleables, se tiñe el cabello de sus sienes de un
gris lápida. Quizás sean esas manos desgastadas, abrumadas por el decaer de un
ser vivo, las que escribirán las últimas líneas de su propia elegía. Porque las
lamentaciones hacia terceros siempre sonaron insulsas y falsas. No hay nadie
que lamente más la muerte que el propio fallecido. En el paso angosto del
bosque, observa los guijarros del camino y los maldice en silencio. Quién fuera piedra, impertérrita y ajena al inexorable
paso del tiempo.
miércoles, 12 de marzo de 2014
Pero cierra las puertas de tu rostro
The castle wall has grown so tall
it seems there ain't no hope at all
to reach the top even though you stop
for breathin'
But I ain't gonna try to make you cry
the tear drops couldn't find your eyes
It's all been swell, Miss Carousel,
but the time has come for leavin'
Vamos
a huir a sitios vírgenes, sitios que no estén manchados por el recuerdo, por si
algún día fueron el escenario de algo que desearíamos que nunca hubiese
ocurrido, algo que se coló por el infortunio de una casualidad detrás de otra.
Y qué desgracia esta del azar, que nos obliga a vivir para luego
descomponernos. La acidez de unas palabras que apenas materializaron lo que
había enterrado. Que no se pudran ellas, en el silencio de una noche húmeda,
bajo tanto abono y tanto miedo de salir a la luz. Que no se ahoguen, que no eche
raíz la incertidumbre, que todo lo desgarra. No cavemos nuestra propia tumba bajo un epitafio borroso.
lunes, 3 de marzo de 2014
Plan de huida
"El alma de un enamorado huele a cuarto cerrado de enfermo, a atmósfera confinada, nutrida por los pulmones mismos que van a respirarla".
La atemorizaba apagarse entre tanta oscuridad cerrada. De consumirse antes de la
cuenta, de no ver todos aquellos lugares de los que tanto había oído hablar.
Quedarse en un prefacio sin continuación, como la llama de una vela que no
llega a quemar el dedo que pasa, como un invierno que apenas enfría y unos
copos de nieve que se derriten antes de cuajar. Quería proseguir viajando,
alejándose del desgaste que la monotonía infringía en ella. Quién le
garantizaba que aquellos pulmones, con tanta sed de vida, no se cansarían algún
día de respirar. Hay, al fin y al cabo, un eterno desencanto que invalida la
ilusión futura, un regreso incansable hacia el punto de partida.
lunes, 10 de febrero de 2014
The clear vowels rise like balloons
Junto
a la luz tímida de un invierno que apenas arañaba la piel con su débil viento,
se despertó con la sensación de haber vivido demasiado tiempo. Entre bostezos
algo fingidos, intentó mover los músculos, todavía entumecidos por el sueño
pegado; pero estos apenas le respondían y se resistían a abandonar el refugio
de sábanas blancas.
La música de Glenn Gould todavía resonaba en
sus oídos como un rumor lejano que nunca acaba de ser del todo nítido, como una
frase sin sentido que se ha cansado de habitar demasiadas bocas. El regusto del
vino sobre un paladar seco, labios agrietados de tanto posarse sobre corolas de
piel. Piel de Nivea, fina y transparente pero rasgada por los excesos de la
estupidez propia de la adolescencia.
Tras
librarse de las legañas, se marcharon a desayunar a una cafetería cercana. Allí
retomaron el sueño por donde lo habían dejado, masticando bollería tierna y
saboreando espuma de capuchino recién hecho junto a algunos versos en
portugués. Pero quién alimentaba el sueño si no la promesa de haberse
desprendido de la monotonía gris y árida que empañaba sus vidas hace apenas
unas semanas.
sábado, 1 de febrero de 2014
In ihren Augen ist das feierliche Verdunkeltwerden
Degustaron
cafeína tostada mientras afuera el granizo comenzaba a derretirse sobre el
asfalto. La ciudad se desperezaba en un oscurecer paulatino; las sombras daban
paso a un incesante crepitar de luces y transbordos ajetreados, pero en la
cafetería apenas se percibía ese rumor incesante. Y sus ojos, de azul hielo
punzante, recorrían cada tramo de su piel como en busca de algo que atesorar,
algo que robarle al tiempo. Un pobre
instante furtivo, de los que el parpadeo puede acabar matando. Con las manos
temblorosas, se exploraban como quien palpa tierra nueva. A tientas, en sudor
frío, con la mente en blanco, a ciegas.
Esta
noche el susurro se torna palabra. Palabras extranjeras que suenan a hogar. Y
los monemas se le escapan de la comisura de los labios, van cayendo sobre el
entarimado. Ella los recoge como perlas sin pulir y los acomoda en sus oídos,
con cariño y con miedo, por si el abrazo de mañana es la última despedida, o
nada más que una de tantas. Y cuando el deber y la responsabilidad se imponen, ella
se marcha sin mayor teatralidad o demora. Cierra la puerta tras de sí, le deja
a él en la cama, tendido, seguir oscilando en el sueño, algo roto por el sonido
de la tostadora. Ha de partir, pero todo le sabe a dulce. No se atreve a
materializarlo en palabras (conocidas, maternas), pero el sentimiento la
engulle y la arrastra, la prepara para el próximo encuentro. Sonríe, afuera ya
ha amanecido y la humedad se le pega en el pelo, la luz del sol baila en su
sonrisa.
miércoles, 22 de enero de 2014
Die unerträgliche Leichtigkeit
Leer a Kundera a la luz de una vela que
parece nunca consumirse mientras nuestros ojos permanezcan abiertos. Enfrente,
un viejo cementerio se extiende bajo un cielo encapotado que parece nunca
casarse de llover. El miedo que se agria en la punta del paladar lo endulzas
con besos rítmicos, enredados. Me preguntas si acaso temo al paso del tiempo,
al envejecimiento. La carne se pudre aquí y al otro lado del océano. Y a la
mañana siguiente, la luz baña tu cuerpo semidesnudo, tu pétrea musculatura de
marfil, intacta ante los vicios indeseados. Café de filtro y huevos especiados
más de la cuenta. Tiemblo, tiemblo como una hoja bajo las sábanas
húmedas. Me aterra, me aterra esto de vivir. La vida desgasta y, contigo, cada
vértice de mi cuerpo se erosiona a velocidad de vértigo.
Die Quelle der Angst liegt in der Zukunft, und wer von der Zukunft befreit ist, hat nichts zu befürchten.
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